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El hallazgo del pasado
Alfonso el Sabio y la Estoria de España

De la cultura manuscrita a la pantalla digital

¿Cuáles son los códices más antiguos y fiables de la Estoria de España? ¿Cuántos manuscritos y versiones del texto se conservan? ¿Qué ediciones de la obra se han llevado a cabo hasta la fecha? ¿En qué consiste la nueva edición digital de la Estoria? Sumérgete en los entresijos de la tradición textual más intrincada de toda la literatura medieval española.

Los códices del scriptorium



El scriptorium puesto en marcha por el Rey Sabio compuso manuscritos de muy elevada calidad codicológica, artística y textual. En él colaboraron tanto traductores y especialistas de la rama del saber concernido en cada caso como copistas o iluminadores. Hoy se conservan en torno a diez códices producidos en la cámara regia; dos de ellos transmiten la Estoria de España. Se trata de los manuscritos Y-I-2 y X-I-4 de la Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

El primero (bautizado por los filólogos como E1) contiene la primera redacción del texto desde su comienzo hasta el final del reinado del rey Rodrigo y la «pérdida de España» por la invasión musulmana. A pesar de haber sido detectada la participación en él de varios copistas, es un códice de factura muy homogénea, copiado a dos columnas en hermosa letra gótica. Su programa iconográfico era muy ambicioso, aunque se quedó muy lejos de ser finalizado: en la actualidad presenta seis miniaturas en sus siete primeros folios, y espacio finalmente no rellenado para muchas otras a lo largo del volumen; asimismo, incluye iniciales miniadas en color con decoración fitomórfica y zoomórfica.

A mitad del siglo XIV, los dos últimos cuadernos de E1 fueron desgajados para servir de encabezamiento al segundo de los manuscritos regios (al menos parcialmente) de la Estoria: el códice facticio X-I-4, más conocido como E2. Compuesto en tiempos de Alfonso XI (entre 1321 y 1344), tal vez por su canciller Fernán Sánchez de Valladolid, E2 presenta una factura muy desigual, pues en él confluyen materiales de muy distinto origen: desde esos cuadernos del códice alfonsí E1 hasta el manuscrito de época de Sancho IV que contiene la Versión amplificada de la Estoria, pasando por empalmes y adiciones contemporáneos a su confección. Respecto a su contenido, abarca desde el sexto año del señorío de Pelayo (el primero de su reinado efectivo, tras cinco años de «infantado») hasta la época de Fernando III.

El arreglo del siglo XIV (1): El arca de Noé

Miniatura que representa el arca de Noé. Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, ms. Y-I-2 (fol. 3 recto).
Cuando a mitad del siglo XIV se desgajaron los dos úlitmos cuadernos del manuscrito original de la Estoria de España para componer el códice E2, el reformador introdujo una nota al final de E1 y otra al comienzo de E2, en las que se remitía de un volumen a otro de la obra. Esta segunda nota presenta dos versiones, ambas copiadas en la columna a del folio 2 recto; la primera la ofrecemos en El arreglo del siglo XIV (2): Notas de remisión. La segunda versión de la nota de E2 presenta alguna variante; la más llamativa es la fórmula que utiliza para referirse al primero de los volúmenes, E1, a saber: «el libro de la Estoria en que está pintada el arca de Noé». Ofrecemos aquí la imagen que llamó la atención del anotador y que le sirvió para identificar el que, desde entonces, pasó a ser el primero de los dos volúmenes de la obra.

El arreglo del siglo XIV (2): Notas de remisión



He aquí los textos con los que el reformador del siglo XIV remitió de uno a otro de los dos volúmenes de la obra que entonces conformó.

E de cómo regnó este rey don Pelayo e los otros reyes que fueron en León en comienço del libro de la corónica de Castiella lo fallaredes (ms. E1, fol. 197r).

En el libro de la Estoria que comiença de cómo Moisén fizo el libro Génesis e otrosí de las generaciones que vinieron poblar a España se contiene de cómo los godos vinieron a España e la conquirieron e cómo la tovieron en su poder fasta que la perdieron en tiempo del rey Rodrigo. E porque después d’esto los moros tovieron España çinco años sin contienda ninguna, la Estoria contará el comienço del rey don Pelayo, que fue el primero rey de León, el cual cercaron los moros en la cueva de Onga, que es en Asturias de Oviedo, e por quien Dios mostró muy grand miraglo en aquel logar, segund pareçe en esta estoria de las cosas que acaescieron en su tiempo. E otrosí de cómo él regnó, e de los otros reyes que fueron en León, la Estoria lo contará cada uno en su lugar (ms. E2, fol. 2r).

Una selva de tinta

Los eruditos e historiadores que desde temprano se acercaron a los manuscritos de la Estoria de España encontraron una enorme diversidad entre unos testimonios y otros. Así, el historiador del siglo XVI Gonzalo Fernández de Oviedo en sus Quinquagenas afirma que «en todas las que andan por España que General Historia se llaman, a lo menos en las que yo he visto, no hallo una que conforme con otra e en muchas cosas son diferentes». Semejante proliferación de formas distintas llevaría al iniciador de la crítica textual aplicada a la Estoria, Ramón Menéndez Pidal, a comparar esa maraña textual con la selva selvaggia «áspera y fuerte» de la que habla Dante en los primeros versos de su Infierno.

En la actualidad se conservan cerca de cuarenta manuscritos que transmiten secciones más o menos amplias de la Estoria. Si a ello le sumamos los testimonios de las obras que lo utilizaron como fuente directa, la cifra ronda los cien. Estos testimonios corren de los siglos XIII al XVIII, lo que nos habla de una transmisión viva en forma manuscrita que atraviesa quinientos años de actividad.

No solo los más importantes fondos bibliográficos españoles poseen manuscritos de la Estoria (como la Biblioteca Nacional, la del Monasterio de El Escorial o la Universitaria de Salamanca), sino también alguna biblioteca extranjera (como la Real de Estocolmo o la Universitaria de Minnesota). Por lo demás, no es descartable que en el futuro aparezcan nuevos testimonios que vengan a confirmar o incluso a reformar nuestros conocimientos de la enmarañada tradición textual de la obra.

Tradición iconográfica

El rey don Pelayo. Biblioteca Nacional de España, ms. 1487 (fol. I).
Del interés que durante siglos siguió suscitando la Estoria de España entre eruditos e historiadores, habla la existencia de manuscritos postmedievales, que continuaron copiándose incluso con posterioridad a la publicación de la edición de Florián de Ocampo en 1541. En efecto, hoy conservamos varias copias de la Estoria pertenecientes a los siglos XVI, XVII y XVIII. Una de ellas, el manuscrito 1487 de la Biblioteca Nacional de España, es un traslado tardío del códice E2 (el escurialense X-I-4), cuyo prestigio en época moderna ilustra a la perfección. En un bifolio añadido antes del primer folio, se contiene un gran dibujo a plana del rey don Pelayo; dibujado a pluma y coloreado al agua, aparece envuelto en una orla a tinta. Ocasionalmente, por tanto, los contenidos de la Estoria de España siguieron generando su propia iconografía, como continuación de las miniaturas de los códices alfonsíes.

Don Juan Manuel, primer «estudioso» de la Estoria



Podemos considerar a don Juan Manuel como el primer «estudioso» conocido de la Estoria de España. En efecto, apenas medio siglo después de la elaboración de la obra, el sobrino del Rey Sabio la resumió en lo que hoy se conoce como Crónica abreviada. A pesar de la proximidad personal entre ambos, don Juan Manuel no contó con el texto genuino de la Estoria (que él sí creía manejar), sino con una refundición postalfonsí, lo que da una idea de la temprana diversificación del texto. En el prólogo de esa su Crónica abreviada, don Juan Manuel explicó las razones que le llevaron a acometer semejante empresa. En él parece ya anticiparse la complejidad textual de la obra y la necesidad del cotejo entre testimonios.

E esto fizo él porque non tovo por aguisado de començar tal obra e tan complida como la del rey su tío; antes sacó de la su obra complida una obra menor. E non la fizo si non para sí en que leyese […]. Peró si alguno otro leyere en este libro e non lo fallare tan complido, cate el lugar onde fue sacado en la corónica en el capítulo de que fará mención en este libro […].

Un mundo al margen

El texto transmitido a través de copias manuscritas durante la Edad Media es con frecuencia un texto vivo, permeable, dúctil; un texto no sometido todavía al grado de fijación que acabará imponiendo el soporte impreso. Entre otras modalidades de intervención (algunas involuntarias, como los errores de copia), destacan las anotaciones que lectores posteriores de un códice en cuestión realizan en sus márgenes, con frecuencia generosos. En este sentido, el elevado número de testimonios conservados de la Estoria hace posible contar asimismo con un considerable caudal de anotaciones marginales (o marginalia en la jerga codicológica), que pueden ir desde adiciones al cuerpo del texto hasta observaciones eruditas, o bien llamadas de atención sobre algún pasaje en particular a través de signos convencionales (manículas, cruces, lemniscos, etc.).

El amante y el tuerto

Quintillas anónimas en el margen inferior del folio. Biblioteca Nacional de España, ms. 5795 (fol. 150v).
Dos de las intervenciones más curiosas entre las que afectan a los manuscritos de la Estoria se producen en los códices T y Q. El códice T, copiado probablemente en la segunda mitad del siglo XIV y que en la actualidad se conserva en la Biblioteca de Menéndez Pelayo de Santander bajo la signatura M-550, presenta una llamativa peculiaridad: una mano posterior a su copia (probablemente de finales del siglo XV o principios del XVI) fue borrando casi todas las apariciones de la palabra tuerto en el texto (33 en total, pues el significado de este término era entonces más amplio de lo que hoy lo es) y sustituyéndolas por un sinónimo («mal», «fuerça», «talante», «agravio», etc.). ¿Qué animó a un lector temprano de la obra a emprender semejante tarea correctora? ¿Acaso la susceptibilidad por sufrir un defecto físico ya designado en su época más específicamente por esa palabra? Por otro lado, el margen inferior del folio 150 verso del manuscrito Q (5795 de la Biblioteca Nacional de España) fue aprovechado por un anotador del siglo XV para copiar tres quintillas de tema amoroso (que reproducimos en Quintillas de amor herido), de no muy elevada calidad pero desconocidas en cualquier otro lugar.

Quintillas de amor herido

A continuación publicamos las tres quintillas copiadas en el margen inferior del folio 150 verso del manuscrito 5795 de la Biblioteca Nacional (Q en la nomenclatura técnica). Algunos finales de verso han tenido que ser reconstruidos tentativamente debido al excesivo guillotinado del folio, que con posterioridad a su copia se llevó por delante varias grafías. Por lo demás, el tono del poema es encendido, y expresa la angustia sufrida por el poeta ante la ausencia de la amada. Un estado de ánimo similar parece latir en otra anotación marginal llevada a cabo quizá por la misma mano en otro lugar del texto. En efecto, en el margen inferior del folio 83 verso, y como reacción a un pasaje de la Estoria en el que se narraba el engaño sufrido por una bella joven a manos de un astuto caballero que le llegó a ofrecer una gran suma de dinero por sus favores, el lector anota: «esto es lo malo y muy feo: los amores no han de ser por interese».

Soy vençido de una dama,
la más bella que nasçió;
por ella muere mi alma
y de afregido se llama
mi coraçón. ¡Triste yo!

Vençiome su fermosura
d’este espejo en que me miro;
fui vençido de tristura,
que maldigo mi ventura
cuando delante me tiro.

Y mi pasión es tamaña
que nunca tal sofre[dor]
ha hombre que tuviés alma
y sofriendo las da[ña]
mi coraçón. ¡Triste yo!

Las tres versiones

La comparación de la gran cantidad de testimonios de la Estoria de España llevada a cabo en la segunda mitad del siglo XX por el filólogo Diego Catalán condujo a la conclusión de que la obra del Rey Sabio no puede reducirse a un único texto. En efecto, se han podido diferenciar hasta tres versiones distintas de la Estoria, que, aunque derivadas todas ellas de los materiales preparados por el taller historiográfico alfonsí, fueron compuestas en distintas épocas y responden incluso a motivaciones ideológicas diferentes.

La Versión primitiva es la primera redacción de la obra y fue elaborada entre los años 1270 y 1274. Es seguro que quedó inconclusa, aunque no hay total acuerdo en torno al punto de la Estoria que alcanzó una redacción definitiva, con opiniones que oscilan dentro del largo intervalo que corre entre los reinados de Fernando I y Alfonso VIII. Una variante de la Versión primitiva (en el tramo correspondiente a los últimos reyes godos) es la bautizada por Catalán como Versión enmendada después de 1274, por contener una actualización perteneciente a ese año. Modernamente, sin embargo, se ha apuntado la posibilidad de que esa variante no sea sino el testimonio de la Versión amplificada correspondiente al intervalo en cuestión, toda vez que esta versión de tiempos de Sancho IV solo nos es conocida con seguridad desde el reinado de Ramiro I.

La Versión crítica es la segunda redacción de la obra y fue ejecutada en los dos últimos años del reinado de Alfonso X (1282-1284), durante el periodo de guerra civil que mantuvo al rey confinado en Sevilla. Solo se conserva desde el inicio de la historia de los bárbaros hasta la muerte de Fernando II de León. Se considera «crítica» porque supone una importante refundición del texto primitivo, tanto desde el punto de vista formal (con retoques cronológicos, marcada tendencia a la abreviación o traslados y cambios de ubicación de capítulos y bloques narrativos completos) como ideológico (con una notable tendencia promonárquica). Es de notar que tanto la Versión primitiva como la Crítica descienden independientemente del arquetipo de la obra.

La Versión amplificada o sanchina fue compuesta hacia 1289, ya en tiempos de Sancho IV, a base de ampliar un testimonio de la Versión primitiva con glosas y amplificaciones retóricas. Desde el punto de vista ideológico, se distingue de las versiones alfonsíes en el hecho de no compartir el neogoticismo de la monarquía castellano-leonesa y en enaltecer a nobles y prelados en detrimento del rey. Por lo demás, hay indicios para pensar que esta versión de la Estoria fue elaborada en el entorno de la catedral de Toledo. Solo se nos conserva su texto con seguridad a partir del reinado de Ramiro I (tal como lo transmite el códice E2), aunque es posible que la anteriormente considerada Versión enmendada después de 1274 sea en realidad la Abreviada en el tramo correspondiente a los últimos reyes godos. Recientemente, además, se ha postulado la existencia de una Versión sanchina concisa previa al testimonio del manuscrito E2.

Manuscrito encontrado en Salamanca

Detalle del folio del ms. Ss (columna izquierda) en que figura el pasaje clave para la datación de la Versión crítica. Biblioteca de la Fundación Caja Duero, ms. 40, fol. 66 verso.


Desde sus primeros estudios sobre el texto de la Estoria y merced a ciertas semejanzas entre varias de las crónicas derivadas de ella, Menéndez Pidal se vio obligado a suponer la existencia de una «versión crítica» del texto (que él llamó Abreviación), solo conocida fragmentariamente durante décadas de investigación. Por fin, en 1983, la inesperada aparición de un manuscrito desconocido hasta la fecha entre los fondos de la por entonces Caja de Ahorros de Salamanca hizo que esa «versión crítica» pasara de ser un texto meramente conjeturado a una realidad tangible: el manuscrito Ss (ms. 40 de la Fundación Caja Duero) confirmaba la existencia de una refundición particular de la Estoria y servía además para identificarla como iniciativa todavía alfonsí y fecharla en los últimos años del reinado.

Pasajes clave

Para la caracterización y datación de las versiones Crítica y Amplificada existen dos interpolaciones especialmente reveladoras en los manuscritos Ss y E2, representantes respectivos de cada una de ellas. La primera tiene lugar cuando en la Estoria se atribuye la pérdida de España a la ira divina causada por los pecados de los godos, entre otros la comisión de varios regicidios. A la nómina de ellos que ofrecía la Versión primitiva siguiendo a Jiménez de Rada, la Versión crítica añade la traición del infante García contra Alfonso III, la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y, sobre todo, el alzamiento del infante don Sancho contra su padre, el propio Alfonso X, cuyas consecuencias estaban todavía a flor de piel en el mismo momento de la redacción del texto. El segundo pasaje clave lo hallamos en el actual códice facticio E2, en uno de los tramos pertenecientes al que fuera manuscrito regio de época de Sancho IV. Allí, con ocasión de narrar «cómo el rey don Ramiro venció a los normanos» el cronista interpola una reflexión sobre las sucesivas «entradas» de pueblos extranjeros sufridas en España. Esta reflexión (que manifiesta una clara solución de continuidad entre el pueblo godo y «los naturales», o sea, los españoles) se remata con una referencia actualizadora que remite al año de 1289.

El infant don Garçía tomó el regno por fuerça a su padre, el rey don Alfonso el Magno. Al rey don Sancho matol Velit Adólfez a traiçión siendo su vasallo. Al rey don Alfonso, fijo del rey don Fernando el que ganó Sevilla, tolliol el regno su fijo el infante don Sancho. Alçáronse con don Sancho todos los del regno e ajuramentáronse contra el rey para prenderle e echarle de la tierra, mas ayudole Dios e los de Sevilla e el rey Abenjufal de los abonmarines a ese rey don Alfonso, así como adelante lo diremos en su lugar. Mas agora dexa la estoria de fablar d’esto e torna a contar de Tarif e del conde Yllán (ms. Ss, fol. 66v).

Mas contra España todas las yentes del mundo se atrovieran a venirla guerrear e entrarla e aseñorearla, e fizieron ý todo lo que quisieron; peró a la cima todos se fallaron ende muy mal, fasta que se acabó en los godos. E desí fincó en los naturales que fueron después ganándola de los moros esparziendo mucha de su sangre por ello, muriendo ý muchos altos omnes e de grand guisa e de otros, e la an ganada d’essos enemigos de la Cruz, e del mar de Santander fasta’l mar de Cáliz, sinon poco que les finca ende ya; e es esto ya en el regnado del muy noble e muy alto rey don Sancho el cuarto, en la era de mill e CCC e XXVII años [= 1289] (ms. E2, fol. 26v).

Las crónicas generales

Gracias al esfuerzo llevado a cabo por Ramón Menéndez Pidal a finales del siglo XIX, hoy sabemos que la Estoria de España de Alfonso X (por selección de contenidos, ampliación de materiales o combinación de versiones) pronto se diversificó en una serie de refundiciones que conllevaron la aparición y desarrollo de un subgénero literario, el de las crónicas generales, cuya composición supuso a menudo una inversión radical de los postulados historiográficos alfonsíes.

De entre estos nuevos textos destaca la Crónica de 1344, que se conserva en dos versiones. La primera fue redactada en portugués, utilizando como base una versión previa gallega, por iniciativa del conde don Pedro de Barcelos (1287-1354), hijo natural del rey Dinis de Portugal; de ella solo ha llegado hasta nosotros su traducción al castellano. La segunda es obra de un anónimo compilador portugués de comienzos del siglo XV, y se nos conserva tanto en su lengua original como en castellano.

De gran valor es también la Crónica de Castilla (compuesta entre 1295 y 1312), que se concentra en los reinados que corren de Fernando I en adelante. Su interés reside en habernos transmitido versiones desconocidas de varios cantares de gesta, y asimismo en ofrecernos una visión de la historia favorable al estamento nobiliario y hostil a la monarquía.

Dos refundiciones más de los textos alfonsíes sirvieron a Florián de Ocampo para editar, en 1541, su Crónica de España. La primera de ellas, que comprende desde la historia primitiva hasta los reyes astur-leoneses, se denomina Crónica general vulgata, y fue redactada a mediados del siglo XIV; una versión interpolada (entre los reinados de Alfonso IV y Vermudo III) de esta crónica presenta especial relieve para la historia de la épica. La segunda (conocida como Crónica ocampiana) contiene la historia de los reyes de Castilla, desde el reinado de Fernando I hasta la muerte de Fernando III.

Además de otros textos derivados de los materiales preparados por los talleres alfonsíes (como la Crónica carolingia, la Crónica de veinte reyes o la Estoria del fecho de los godos), existe asimismo noticia de alguna refundición hoy perdida; tal es el caso de la Crónica manuelina, que fue el texto utilizado por don Juan Manuel para la composición de su Crónica abreviada entre 1320 y 1325.

Traducción y retraducción

Comienzo de la traducción gallega de la Crónica de Castilla en el códice A. Biblioteca Nacional de España, ms. 8817 (fol. 91).


Junto a las nuevas crónicas que aprovecharon los materiales alfonsíes, se nos han conservado asimismo testimonios de la actividad traductora y compiladora a que se vieron sometidos estos textos herederos de la Estoria de España. Su recepción en el occidente peninsular fue muy significativa, como demuestran las traducciones gallegas de la Versión amplificada (o sanchina) y de la Crónica de Castilla en la primera mitad del siglo XIV. Ambas traducciones circulaban ya a esa altura como una unidad compilatoria facticia (la conocida como Crónica xeral galega), aderezada con algunos fragmentos del Liber regum y de la Crónica particular de san Fernando, y con base en ella se habrían compuesto las versiones gallego-portuguesas posteriores. Por una parte, la propia Versión amplificada de la Estoria de España sería objeto de una nueva traducción gallega a comienzos del siglo XV, de la que también conservamos una retraducción al castellano realizada poco tiempo después. Por otra parte, la Crónica xeral galega se convertiría en la fuente principal utilizada tanto en la ya mencionada Crónica de 1344 (de redacción originalmente portuguesa pero con descendencia castellana), como en la llamada Crónica de 1404, conservada en tres manuscritos del s. XV (uno de ellos traducción al castellano), en la que se intentan ensamblar los materiales de origen alfonsí con otras fuentes cronísticas y bíblicas.

La novelización de la Historia

Un notable testimonio del proceso de novelización a que se vieron sometidos los contenidos historiográficos en periodo postalfonsí lo constituye la Crónica carolingia (antes llamada Crónica fragmentaria), datable al final del reinado de Juan I (1388-1390). Este texto destaca por haber insertado en varios capítulos de la Estoria de España correspondientes a los primeros reyes astur-leoneses una serie de materiales legendarios en torno a la figura de Carlomagno, tanto relatos acerca de su linaje (las leyendas épico-novelescas de Flores y Blancaflor y Berta de los grandes pies) como una nueva versión de sus «mocedades» (allí donde la Estoria resumía el antiguo Cantar de Mainete). Ofrecemos aquí un breve fragmento de la historia de los abuelos del héroe franco en la ficción, Flores y Blancaflor, «los mucho enamorados». Flores, hijo del rey musulmán Fines de Almería, y Blancaflor, hija de la cautiva francesa Berta, son dos almas gemelas: nacidos el mismo día y criados juntos en la corte almeriense, desde niños se profesan un amor irresistible. En este pasaje se narra el comienzo de su historia y se preludia ya la futura y dolorosa separación de los fieles amantes.

E después que el rey Fines entendió que el infante Flores su fijo era en tiempo que podía leer, mandó buscar un maestro mucho sabio e muy entendido que avié nombre Gaidón, e diole muy grande algo e púsole a Flores en poder que le fiziese leer e aprender por que valiese más. E después que el rey mandava leer a Flores e quitar de Blancaflor, pesole mucho, ca sin ella non podía aprender ninguna cosa. La reína, de que eso vio, rogó mucho al rey que aprendiesen amos en uno; e el rey, non parando mientes en el grande amor que después ovieron en uno, cojió el ruego a la reína e mandó que leyesen amos en uno. E cuando lo sopo el infante Flores, plógole mucho de coraçón, e de allí adelante mostrolos a leer aquel maestro Gaidón.

E segunt cuenta Sigiberto, un sabio que sacó esta Estoria del fecho de Flores e Blancaflor de arávigo, diz que tan sotil engenio avién estos niños en aprender que en seis años aprendieron fablar en Lógica e fablar en latín tanto como en arávigo. E en latín escrivién versos de amor en que tomavan amos muy grand plazer, e por aquesto se amavan mucho a demás; e otrosí porque en un día nasçieran e en uno los criaran, e mamavan una leche e en uno comién e bevién, e en un lecho se echavan. E porque fazién una vida, queriense bien a demás. E desque fueron de diez e ocho años amáronse naturalmente como omne a muger (F. Bautista, La materia de Francia en la literatura medieval española, San Millán de la Cogolla: CiLengua, 2008, págs. 146-147).

«El sino de la dilación»: la trayectoria impresa de la Estoria



La enmarañada tradición textual de la Estoria de España dificultó durante siglos su difusión impresa, lo que hizo afirmar a Menéndez Pidal en el estudio preliminar a su edición de 1955 que «el sino de la dilación y el arredramiento rige desde hace siglos todo intento referente a la dura y ardua publicación de esta Crónica General, aunque fue siempre muy deseada por cortes, academias y varones doctos de todos los tiempos».

El primer hito en la trayectoria editorial de los materiales historiográficos debidos, más o menos directamente, a la iniciativa alfonsí hay que concedérselo a la Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díez Campeador (conocida por la crítica como Crónica particular del Cid), que no es otra cosa que la impresión de un códice de la Crónica de Castilla, una refundición anovelada y fragmentaria de la Estoria de España (véase Las crónicas generales). El texto conoció tres ediciones a lo largo del siglo XVI: Burgos, 1512; Medina del Campo, 1552; y de nuevo Burgos, 1593.

Pero la que pasó durante siglos por edición completa de la historia del Rey Sabio fue la que Florián de Ocampo publicó en 1541 bajo el título de Las cuatro partes enteras de la crónica de España que mandó componer el serenísimo rey don Alonso llamado el Sabio. Donde se contienen los acontecimientos y hazañas mayores y más señaladas que sucedieron en España desde su primera población hasta casi los tiempos del dicho señor rey (Zamora, 1541; reeimpresa en Valladolid en 1604). A pesar de que no pueda considerarse propiamente una edición de la Estoria de España alfonsí en ninguna de sus versiones (pues transmite en realidad el texto facticio, resultado de combinar las refundiciones postalfonsíes conocidas como Crónica general vulgata y Crónica ocampiana), en ella se transmitió buena parte de los contenidos que habían sido elaborados en el scriptorium regio.

Desde entonces, y en vista tanto de las deficiencias de la edición de Ocampo como de la diversidad de textos que circulaban bajo el marbete de «Crónica general de Alfonso el Sabio», varios fueron los intentos de llevar a cabo una edición verdaderamente crítica de la obra, tarea que hubo de ser postergada durante siglos por unas u otras razones. Fallidas resultaron, en efecto, las iniciativas de Tomás Tamayo de Vargas, por encargo de Felipe IV (entre 1625 y 1634), de Juan Lucas Cortés, por mandato de Carlos II (hacia 1683), de Francisco Cerdá y Rico en tiempos de Carlos IV (1798), y de Pascual de Gayangos, Pedro José Pidal y José Caveda hacia 1863. También la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra concibió la publicación de la obra, pero el proyecto fue finalmente desechado en 1875.

Solo a comienzos del siglo XX, y gracias al empeño individual de Ramón Menéndez Pidal, vio la luz la primera edición crítica de la Estoria de España, cuyo editor publicó en dos volúmenes bajo el título de Primera Crónica General que mandó componer Alfonso el Sabio y se continúa bajo Sancho IV en 1289 (Madrid, 1906); de ella, se realizarían con el tiempo dos reimpresiones (en 1955 y 1977), con materiales complementarios añadidos (sobre todo la primera). Pero ¿qué es en realidad la Primera Crónica General? A pesar de lo creído por Menéndez Pidal, hoy sabemos que el texto editado por él (correspondiente a los códices E1 y E2) es una combinación facticia de la Versión primitiva (hasta Pelayo) más la Versión amplificada (con interpolaciones), con el añadido final de la tardía Crónica particular de san Fernando.

Desde que los inestimables trabajos de Diego Catalán (1962, 1992, 1997) han puesto de manifiesto que, en rigor, no existe una Estoria de España, sino tres versiones de ella y además inconclusas o parcialmente conservadas, los intentos editoriales de la obra se han concentrado en la publicación (aun fragmentaria) de estas versiones. Ejemplos de ello son las ediciones de la Versión crítica a cargo de Inés Fernández-Ordóñez (desde Pelayo hasta Ordoño II; Madrid: Fundación Ramón Menéndez Pidal, 1993) y de Mariano de la Campa (desde Fruela II hasta la muerte de Fernando II; Málaga: Universidad, 2009), o la de la Versión amplificada entre los reinados de Pelayo y Alfonso II debida a Francisco Bautista (Londres: Queen Mary, 2006). En cualquier caso, a pesar de los esfuerzos realizados en las últimas décadas, todavía existen tramos inéditos de las tres versiones de la Estoria de España.

¿Primera Crónica General o Estoria de España?



Portada de la edición príncipe de la Primera Crónica General, publicada por Ramón Menéndez Pidal en 1906.


Desde que Menéndez Pidal hizo anteponer el título Primera Crónica General a su edición de la Estoria de España, aquel se impuso como designación del texto alfonsí. Aunque la fórmula «crónica general» (frente a la de «crónicas particulares» de los reinados) remonta a manuscritos todavía medievales, no figura en los códices más antiguos de la Estoria. Consagrada por la edición de Florián, Menéndez Pidal consideró conveniente reasumirla para establecer la secuencia numérica con que trató de recalcar las diferencias entre unos textos y otros. Así, junto a la Primera Crónica General (que él consideró el genuino texto alfonsí), designó Segunda Crónica General a la hoy conocida como Crónica de 1344, Tercera Crónica General a la publicada por Florián (combinación de la Crónica general vulgata más la Crónica ocampiana), y Cuarta Crónica General a una de las varias redacciones de la tardía Estoria del fecho de los godos. De todos modos, la designación de Estoria de España ya aparecía como subtítulo en la portada de la edición pidaliana. Solo el esfuerzo de Diego Catalán en el discernimiento de los códices E1 y E2 (véase Los códices del scriptorium) mostró la conveniencia de referirse al texto alfonsí como Estoria de España. Sin embargo, debido a la inmensa autoridad de Menéndez Pidal, décadas después de los estudios de su nieto Catalán, todavía es frecuente encontrar en publicaciones especializadas la incorrecta (por facticia) designación de «Primera Crónica General» aplicada a nuestra obra.

El descrédito de Florián

La edición de la Crónica de España publicada por Florián de Ocampo (cronista del emperador Carlos V) en 1541 sufrió una suerte muy desigual. Por un lado, durante casi un siglo sirvió de inspiración a poetas y dramaturgos españoles (véase La Estoria de España como obra de arte#Posteridad de un texto) y ayudó así a aquilatar la memoria colectiva del pasado hispánico, llegando incluso a disfrutar de una reimpresión vallisoletana en 1604 a cargo del librero Sebastián de Cañas. Por otra, sin embargo, padeció durante más de tres siglos las duras críticas de la erudición histórica, con ejemplos como los de Jerónimo Zurita (1512-1580), Nicolás Antonio (1617-1684), el marqués de Mondéjar (1628-1708) o Amador de los Ríos (1816-1878); el tercero de ellos llegó a titular el primer capítulo de su obra Corrupción de las crónicas impresas de nuestros reyes con el epígrafe «Mala fe y poca diligencia de Florián de Ocampo en la edición de la Historia General». Sin embargo, los defectos de la edición de Ocampo no se deben a su intervención o negligencia, pues, como él mismo declara en la carta-prólogo que encabeza su edición, apenas se limitó a «corregir algo de la impresión […] con tanta fidelidad que jamás consentí mudar el estilo ni la orden ni los vocablos antiguos del original», y ello para satisfacer una solicitud de los impresores zamoranos. La deturpación del texto estaba ya presente en el manuscrito que el licenciado Martín de Aguilar prestó a Florián, y es debida a que el testimonio que este ejemplar transcribía, a pesar de lo declarado por su título, estaba ya lejos de transmitir fielmente las versiones alfonsíes de la Estoria. Reproducimos aquí la carta explicativa que el cronista imperial antepuso a su edición.

Letra del maestro Florián d’Ocampo, criado y cronista de la magestad cesárea, para el señor don Luis de Stúñiga y Ávila, sobre la nueva impressión de la Crónica de España que mandó componer el sereníssimo señor rey don Alonso, hijo del santo rey don Fernando de Castilla y de León.

Muy magnífico señor:

Muchos tiempos ha que yo puse tributo sobre mí de dar a vuestra merced cuenta de mis ocupaciones y trabajos, aunque vuestra merced no me la pida. Y puesto que lo d’este libro ni sea mío ni de lo principal que me ocupa, pero con aver yo entendido en algo que le toque, conviene que pase por la ley de las otras mis cosas y que vuestra merced sepa dónde proçedió su publicación. Assí es que los impressores d’esta cibdad de Zamora vinieron a mí los días pasados rogándome les diese alguna escritura que pudiesen publicar en utilidad y gloria d’estos reinos donde todos somos naturales. Y como mis deseos hayan sido continuamente dirigidos al bien general, aunque con pérdida grande de mis provechos particulares, acordé de lo hazer como mejor pude.

A la sazón yo tenía prestada del liçenciado Martín de Aguilar, persona discreta y virtuosa, la Crónica de España que mandó componer el señor rey don Alonso llamado el Sabio, la cual me paresçió que satisfazía y abraçava bastantemente la demanda de los impressores, por ser ella tal que, dexadas las memorias antiguas de su primera parte (donde no se pudo tener en el tiempo d’este señor rey la copia ni la ayuda de los libros que tenemos agora en esta claridad y luz de letras en que bivimos para sacar d’ellos lo que nos pertenescía), en todo lo restante fue siempre la más larga relación que los españoles han tenido de sus hazañas, y dado que, fuera de la primera parte, se hallen también algunos descuidos en este volumen, son de tan poca importancia que merescen dissimulación en recompensa de sus muchos açertamientos.

Holgando, pues, de la dar el dicho liçençiado mi amigo, yo tomé cargo de corregir algo de la impresión en las horas solas que se pudieron escusar de mis estudios y escrituras. Lo cual se hizo con tanta fidelidad que jamás consentí mudar el estilo ni la orden ni los vocablos antiguos del original que tuvimos, pues allende ser especie de maldad trastocar hazienda agena, mayormente siendo de letras, traen estas palabras antiguas magestad al negocio donde quiera que vengan; y aun es buena parte de la estoria saber los vocablos y manera de hablar que nuestros antecessores tuvieron, para lo cotejar con la mejoría de nuestro tiempo.

No conviene tardarnos en las alabanças de la obra, pues el título d’ella declara ser cosa real, ordenada por príncipe tan esmerado cuanto fue el señor rey don Alonso, y tan amador de sus súbditos que sobre las diligencias de su governación y defendimiento de sus reinos les hizo leyes justíssimas en el libro de las Siete partidas, por donde nos regimos hasta hoy, mandando junto con esto trasladar en latín y en nuestra lengua vulgar muchos libros de Medeçina grandemente provechosos, con otros que hizo componer de nuevo en el arte del Astrología, los mejores y más subidos que sepamos en aquella sciençia; y al cabo de todo, esta Crónica de España, para que sus vasallos y sucessores no dexasen de saber cosa que a hombres pertenesçiese. Finalmente tuvo tan reales deseos, que se pudiera bien contar entre los príncipes muy perfetos si tuviera la fortuna tan favorable en sus acontescimientos cuanto la tuvo en los dotes y excelenias de su persona.

La publicación y nueva impresión de la obra, çierto es que aviendo yo entendido en algo d’ella y pudiéndola llamar casi mía, se ha de dirigir a vuestra merced, pues que si yo no se la enviara, ella se fuera de suyo para rescebir allá la merçed y buen tratamiento que todas mis cosas resciben y las que siempre resçibirán cualquier obras virtuosas que a vuestra merced le vinieren a la mano. Cuya ilustre y muy magnífica persona Nuestro Señor Dios guarde y conserve muchos años en su santo servicio con el acresçentamiento y prosperidad que vuestra merced meresçe, que será mucho más de lo que nadie le puede dessear.

De Zamora, nueve días de deziembre, año de mil y quinientos y cuarenta y uno.

La edición digital de la Estoria de España



A punto de cumplirse los 750 años desde la puesta en marcha, hacia 1270, del taller historiográfico alfonsí, sale a la luz la edición digital de la Estoria de España ([EED]). Esta edición, a cargo del profesor de la Universidad de Birmingham Aengus Ward, y presentada en esa misma universidad el 15 de diciembre de 2016, incluye la reproducción facsímil y la transcripción de los principales manuscritos de la obra, la visualización paralela de testimonios, así como una presentación crítica provisional de la Versión primitiva. Cuenta, además, con diversos recursos y herramientas que facilitan el acceso al texto y a su contexto, tales como un índice onomástico, diagramas sinópticos, mapas interactivos y un motor de búsqueda.

Biografía de una idea

En la primavera de 1998, el doctor Aengus Ward, ya profesor de la Universidad de Birmingham, fue invitado a participar en una jornada de reflexión en torno a la aplicación de las nuevas tecnologías en los estudios históricos, que tuvo lugar en la Universidad de La Rioja y fue organizada por el profesor Ignacio Álvarez Borge. El doctor Ward centró su intervención en la teoría y práctica de la edición crítica de textos, y en particular en el futuro de la edición digital. Aquella fue la primera ocasión en que habló públicamente de una posible edición digital de la Estoria de España. Más de diez años habrían de pasar para que aquella idea tomara cuerpo: las actividades del Institute for Textual Scholarship and Electronic Editing (ITSEE) en la Universidad de Birmingham y la llegada en 2009 a la misma universidad de los especialistas en edición digital Peter Robinson y Bárbara Bordalejo para trabajar en su proyecto de edición de los Canterbury Tales de Chaucer espolearon y ayudaron al doctor Ward a dar forma a su propia idea. De resultas, en la primavera de 2010 el proyecto concurrió por primera vez a la convocatoria del Arts and Humanities Research Council (AHRC); en diciembre del mismo año, la institución rechazó en primera instancia el proyecto, aunque invitó a mejorarlo en la siguiente convocatoria. Así se hizo, y un año después, a finales de 2011, el Estoria de Espanna Project (bajo el más amplio título de An electronic research environment and edition of the Estoria de Espanna of Alfonso X, King of Castile and León) fue presentado en una segunda versión mejorada. La respuesta del AHRC, esta vez positiva, llegaría el 13 de julio de 2012: un total de casi 560 000 libras fueron destinadas a la consecución del proyecto, que habría de llevarse a término entre enero de 2013 y diciembre de 2016. Durante el último año, el proyecto se ha beneficiado asimismo de una ayuda complementaria de casi 80 000 libras por parte del propio AHRC para la puesta en marcha de actividades divulgativas de sus resultados. La presente exposición es fruto de esta iniciativa adicional.

Edición digital de la Estoria de España

Las ruinas de Lucerna

Sin duda, la persona a la que debemos en mayor medida nuestro actual conocimiento de la transmisión manuscrita de la Estoria de España, e incluso la sola posibilidad de leer los textos alfonsíes con garantías de autenticidad, es Diego Catalán (1929-2008), el filólogo e historiador que, con un coraje y una determinación sin cuento, comparó uno por uno todos los manuscritos de la Estoria a su disposición y, tras cuarenta años de investigación (de finales de los 50 a finales de los 90), ofreció unos resultados en gran medida insuperables en publicaciones esenciales como De Alfonso X al conde de Barcelos (Gredos, 1962), La «Estoria de España» de Alfonso X: creación y evolución (Fundación Menéndez Pidal, 1992) o De la silva textual al taller historiográfico alfonsí (Fundación Menéndez Pidal, 1997). A modo de homenaje al hombre, cerramos esta exhibición con una inspiradora reflexión del propio Catalán en la que nos recuerda los aspectos de Belleza y de Verdad que inequívocamente laten en el oficio historiográfico.

Transformar en historia significante la memoria del pasado no es un vano intento de «sacar polvo de debajo del agua»: bajo las aguas del tiempo, se hallan las espléndidas ruinas de la mítica ciudad de Lucerna y, para goce de nuestros ojos, podemos bajar a visitarlas.

Sonidos de otro tiempo



Presentación audiovisual



Este vídeo contiene la presentación de la edición digital de la Estoria de España por parte de su director, el profesor Aengus Ward, y de alguno de sus colaboradores.

Taller alfonsí

Transcriptorium

Te invitamos a vivir la experiencia de un copista medieval. A través de este Transcriptorium (o «Taller de transcripción»), tendrás la oportunidad de comprobar tus destrezas como escriba de códices medievales.